Se cuenta que en cierta ocasión un derviche detuvo a un rey en la calle. El rey dijo: “¿Cómo te atreves tú, un hombre sin importancia, a interrumpir el avance de su soberano?”
El derviche respondió:“¿Puedes tú ser un soberano si no eres capaz ni de llenar el cuenco de un mendigo?” Tendió su cuenco, y el rey ordenó que se lo llenaran de oro. Pero en cuanto parecía que el cuenco iba a quedar lleno de monedas, éstas desaparecían, y de nuevo el cuenco parecía vacío. Trajeron sacos y más sacos de oro y el asombroso cuenco seguía devorando monedas.
“¿Qué verdad?”, preguntó el rey.
“La verdad es que el cuenco representa los deseos de las personas y el oro lo que cada persona, recibe. La capacidad de devorar de los seres humanos no tiene fin si no cambian de alguna manera. Mira, el cuenco se ha comido prácticamente toda tu riqueza, pero sigue siendo un coco partido por al mitad, y no comparte de ningún modo la naturaleza del oro.
“Si caes en este cuenco”, continuó el derviche, “también te devorará a ti. ¿Cómo puede un rey, entonces, considerarse importante?”
Cuento sufí
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