“Permite, Padre, que mi patria se despierte en ese cielo
donde nada teme el alma,
y se lleva erguida la cabeza;
donde el saber es libre;
donde no está roto el mundo en pedazos
por las paredes caseras;
donde la palabra surte de las honduras de la verdad;
donde el luchar infatigable tiende sus brazos a la perfección;
donde la clara fuente de la razón no se ha perdido
en el triste arenal desierto de la yerta costumbre;
donde el entendimiento va contigo
a acciones e ideales ascendentes…
¡Permite, Padre mío, que mi patria se despierte
en ese cielo de libertad!”
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